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REVISTA SINARQUÍA - Mexicanidad y Democracia

Contra el Globalismo ( Tierra y Pueblo)

Contra el Globalismo ( Tierra y Pueblo)
CONTRA EL GLOBALISMO, REFLEXIONES Y NUEVAS ESTRATEGIAS




Hábitat, identidad, sociabilidad: puntos de referencia para una perspectiva estratégica.
Es tiempo de refutar esquemas gastados (manidos) y de recorrer nuevos caminos.

Al lenguaje todo detalle tiene su importancia, sobretodo la elección de los elementos significativos. “globalización” y “mundialismo” son términos a veces sobrepuestos o incluso confusos, que en cambio indican aspectos distintos no obstante estén en el ámbito del mismo fenómeno.
La globalización (corporate globalization) nos parece se puede definir como “proceso de liberalización de los intercambios economíco- financiarios dirigido a la constitución de un mercado único planetario”.
El mundialismo (global governance) creemos que se puede definir como “proceso de homologación socio-cultural que afirma la hegemonía del pensamiento único neoliberal como modelo universal y
tiende a la constitución, con formas no necesariamente explícitas, de un dominio mundial.
Ambos procesos se valen de nuevas potentes tecnologías, sobretodo en el campo crucial de la comunicación. Ambos son difundidos: por medio de la manipulación mediática y la corrupción económica por más que suficiente, por medio la presión financiera y la fuerza militar por más que necesario.
Se trata de procesos complementarios y relacionados, cada uno de los cuales no sería pensable sin el otro. Para evitar equívocos, nos referiremos por lo tanto al globalismo como a la sumatoria (suma) dinámica de los dos procesos (globalización y mundialismo) distintos pero indispensables.
Se podría decir, bajo un cierto perfil, que el inicio de los procesos globales haya coincidido con el lanzamiento mismo del capitalismo, cuya compulsión a la metástasis, como en el cáncer, es congénita: la expansión por todo medio en cualquier espacio es de hecho una tendencia constante en el desarrollo histórico del sistema capitalista.
Más específicamente, sin embargo, el frenético proceso difusivo en el cual son reconocibles los caracteres del actual globalismo tiene inicio en el último ventenio del siglo XX y manifiesta sus primeros efectos en la época de la presidencia Reagan en los Estados Unidos (1981 – 1989) y del ministerio Thatcher en Gran Bretaña (1979 – 1990): lugares y personajes significativos. Ambos Estados son las históricas guaridas del economocentrismo con inclinación mercantilístico-financiaria, y ambos individuos son ajenos a la política en el sentido del “noble” arte del gobierno del Estado: uno ha sido actor cinematográfico de poca notoriedad antes de hacer aprendizaje como gobernador de California, la otra es hija de un vendedor de fruta. Según la teorética liberal-liberista el Estado debe hacer cuanto menos política posible y sobre todo no debe sustituirse a los centros de decisión económica. Su despolititación es la premisa indispensable de la vuelta al revés en la jerarquía de las funciones dirigida a subordinar lo público a lo privado, lo comunitario a lo individual, las mismas instituciones impersonales al imperativo económico de la empresa: los círculos industriales y financieros, las multinacionales que se transforman en empresas globales, los centros de poder a veces ocultos que dependientes de tal sistema de intereses, se apoderan directamente del Estado para vaciarlo de sus prerrogativas esenciales, y no ciertamente para trasladar éstas a comunidades libres autogobernables. Es en cambio la función económica a que se aparta de la tutela de la política y coloca a sus testaferros, en este caso, al mando de las máximas potencias capitalistas mundiales.
En la época Reagan-Thatcher comienza el gran asalto al welfare state de tradición típicamente europea, avanza con ímpetu el financieramiento de la economía y sobre todo, en 1986, a través del G7, es introducida la desreglamentación financiaria global. Despega en resumen lo que el mismo Edward N. Luttwak, entendido en la materia, ha definido “capitalismo sobrealimentado”, o “turbo-capitalismo”: la quinta esencia del globalismo.
Las consecuencias están hoy delante de nuestros ojos: un neo-colonialismo fundado en la usura institucionalizada en los siervo-organismos globalistas (World Bank, World Trade Organization, International Monetary Fund, etc.), verdaderas mutaciones antropológicas generadas por el pensamiento totalitario neoliberal; agresiones militares desencadenadas contra los reacios al nuevo orden mundial. Y después la destrucción del medio ambiente, el loco ataque a la identidad de los pueblos, la explotación neo-esclavista del trabajo e incluso también el infantil.
En el curso de la gran ofensiva globalista el crimen organizado se ha globalizado también y ha penetrado en profundidad en los sistemas económicos y políticos, incluso en Estados importantes. Al reciclaje del dinero sucio y al tradicional contrabando de armas y droga, ha sostenido el tráfico de clandestinos y de la mano de obra esclavizada. Además ha invertido enormes sumas en el sector inmobiliario, en el estratégico de los medios de comunicación y en el esencial del crédito. Entre gobernantes, especuladores y padrinos de la mafia hay a menudo establecidos ligamenes orgánicos. Y algunas veces los criminales han infiltrado sus propios hombres en los mismos aparatos de gobierno, asumiendo en algunos casos el control.
En la compleja acción de oposición al globalismo consideramos sean destacables algunos aspectos prioritarios.
1) En materia de ambiente se combate una batalla fundamental contra el economocentrismo que es la raíz del globalismo. Ésta no puede utilísticamente limitarse a la “contención del daño” sino que debería más bien desarrollarse sobre tres líneas distintas y correlacionadas:
- tutela y vivificación del carácter sagrado, en sentido anagógico, del medio ambiente en todos
sus componentes vivientes y no vivientes;
- salvaguarda del paisaje, en cuanto a factor contitutivo esencial de la identidad étnica, contra el afeamiento y el saqueo economicista: lucha a la especulación inmobiliaria, a las “grandes obras” de devastación, a la deforestación, a la canalización de las aguas, a la utilización industrial, etc.:
- oposición a todo campo de la explotación ambiental, sobre todo si privado y lucrativo, por sus desastrosas consecuencis prácticas (efecto invernadero, desertificación, modificaciones climáticas, inundaciones, polución atmosférica, etc.).
Dentro de estas líneas principales de referencia se colocan elementos más específicos y articulados de la acción ambientalista, que preferiremos no atribuir al apelativo de la “ecología” (la segunda parte del término compuesto deriva del griego ???o? y específicamente significa discurso, estudio) sino más bien a aquel de la “ecofilia”, osea del amor por la propia morada (????? = vivienda + f???a = amor).
2) Un ámbito esencial de la lucha antiglobalista es aquel cultural-identitario. El desarraigo de los pueblos y la cancelación de las identidades está en la misma naturaleza del globalismo, que prospera allí donde gentes atontadas y amorfas, sin ningunas tradiciónes ni valores de referencia, se dejan dócilmente estandarizar, more armentorum, al pensamiento único y al consumo global.
La invasión de Europa por parte de los así llamados “inmigrantes”, una Völkerwanderung sin precentes en época moderna, no procede de la atracción del modelo occidental (como impúdicamente sostienen los defensores de su pretendida “superioridad”), más bién de la hábil promoción que los globalistas mismos realizan, reduciendo a las gentes al hambre y a la desesperación por un lado, y seduciéndole por el otro con el espejismo, instalado por vía televisiva, de un luminoso futuro en el país de las jaulas. En Europa, los llamados “inmigrantes” en realidad cumplen, con gran ventaja para los globalistas, una doble función de devastación: de una parte funcionan como reserva de mano de obra a ínfimo coste, utilísima para subversión del mercado del trabajo y para acometer contra la renta y condiciones de vida de los trabajadores europeos; de la otra parte constituyen un factor objetivo de desnaturalización de la identidad étnica, utilísimo para abatir el bastión inespugnado de una Kultur multimilenaria en la chusma indistinta del melting pot. De aquí el derecho inalienable de los pueblos de Europa a la autotutela étnica, osea a la salvaguarda de la propia cultura y de la propia tradición, claro está sin ninguna presunción racista de superioridad. Pero por otra parte, como subraya Alain de Benoist, “quien calla acerca del capitalismo no debe lamentarse de la inmigración”.
La identidad es en otro sentido el presupuesto básico esencial de una necesidad de autogobierno, que no sea meramente instrumental a las convulsiones poujadisticas de quien anhela sustraerse a las imposiciones tributarias independientemente del uso que viene dado de los recursos derivados (mientras sin embargo reivindica servicios y ventajas), o a los saqueos de quién ansía enriquecerse con cualquier medio, lícito o ilícito; sino más bien fundamentándose sin duda en una concepción democrática y comunitaria de las relaciones sociales, que apoye sobre la relación directa de libertad y derechos con responsabilidades y deberes. A la cual la naturaleza antiglobalista, ya en el plano estrictamente antropológico, es consubstancial.
3) El tema social ocupa una importancia central en la oposición al globalismo. Este último se caracteriza por un darwinismo social basado en el paroxismo economicista, sobre el enpobrecimiento de los pueblos, sobre la desestabilización y sobre la subversión de las relaciones sociales a beneficio de una casta innoble y depravada constituida en el fundamentalismo del dinero. La llamada nueva economía, el centralismo de la Bolsa, el Finanzkapitalismus, son los instrumentos modernos de esta guerra social. El globalismo propone e impone modelos de consumo superficiales y nocivos. Disminuye la “pobreza absoluta” ampliando los mercados y multiplicando los beneficios, mientras tanto extiende, en la misma medida, la tenaza de la pobreza relativa y reduce de esta forma a un estado de permanente precariedad, en la carencia de sólidas pespectivas existenciales y familiares, millones de jóvenes en Europa y otros lugares. Llama con el nombre de “privatización” al robo de los servicios de interés público, que realiza con la llamada subsidariedad horizontal propulsora del lucro individual, mientras que obstaculiza cualquier forma de subsiedariedad vertical, de autogobierno del territorio, puesto que es la aprobada por el interés comunitario. Plutocrátas, usureros y explotadores son elevados a artífices socio-antropológicos esenciales en los procesos globalistas. La justicia social, al contrario, es un elemento base de la misma identidad europea, cuya afirmación constituye un objetivo irrenunciable de la lucha antiglobalista.
Aspiramos podernos ocupar, fundamentalmente, de nosotros mismos (Wir selbst), no cultivando la perversa ambición de extender nuestros modelos tradicionales a la entera ecúmene. Justo por esto, dado que otros en cambio quisieran ocuparse de nosotros en lugar nuestro y malgré nous, advertimos la necesidad de mirar a nuestro alrededor y de extender por cuanto sea posible la resistencia, que reducida en ámbito local sería probablemente dominada.
El globalismo no es un destino ineludible, como sostiene la insistente propaganda de sus partidarios. En contra suya se ha levantado un poderoso movimiento antagonista, una red compuesta, diversamente formada, no privada a veces de contradicciones, pero que tiene el mérito de la iniciativa y de la acción.
En el mare magnum del movimiento anti-globalista, al lado de tendencias francamente poco condivisibles (¿), fermentan reflexiones nuevas, y diversas, que reabren el debate, y por lo tanto a una posible reconsideración, factores ya considerados inamovibles. Neo-comunitaristas, ambientalistas radicales, animalistas, bio-regionalistas, partidarios de la agricultura campesina, identitarios, autonomistas, exponentes de movimientos de liberación y muchos otros más participan a la resistencia en primera línea y contribuyen de esta manera a conferir un auténtico rasgo postmoderno a un movimiento que algunos quisieran en cambio instrumentalizar y englobar según los cánones consentidos en los esquemas de la politique politicienne. El antiglobalismo está de hecho caracterizado por numerosos elementos que poseen un propio alcance intrínseco y políticamente “neutro”, y que por lo tanto no encuentran adscripción en las taxonomías politiqueras. La línea de la discriminación no pasa entre aclaraciones homologadas, ésta más bien distingue quien se opone sólo a “un cierto tipo” de globalismo de quien es contrario al gobalismo como tal, bajo el presupuesto que no exista una versión “buena”. No vemos razones que impidan una convergencia y un entendimiento estratégico entre todos aquellos que se reconocen en esta última posición.
En el terreno del anti-economicismo, en particular, puede desintegrarse la osificada homologación política de las categorias de referencia. El cuadro de las tendencias, de los valores de referencia, de la proyección cultural y social puede resultar provechosamente confundido. Los esquemas, y entre ellos el de “derecha-izquierda” típico del parlamentarismo representativo, es, a estas alturas, sólo instrumental al sistema, pueden descomponerse y recomponerse en nuevas formaciones. En el rechazo de un reacionarismo grosero y de un progresismo miserable la lucha de resistencia al globalismo puede verdaderamente forjar una mentalidad persuasora, si logrará encaminar hasta el fondo nuevas vias, si será capaz de ser al mismo tiempo, en espíritu y acción, conservadora por lo oportuno y revolucionaria por necesidad:
National freedom, Social justice, Cultural identity

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