Ramiro Ledesma y la Juventud
Juventud
La actualidad del hecho y la respuesta de la acción se sustentan sobre la juventud que es el instrumento del cambio revolucionario nacional. «Ha llegado otra vez la fortuna de arriesgarse» pide a los jóvenes la canción jonsista, y el marco de la rebelión se realiza «sobre un mundo cobarde y avaro, sin justicia, belleza ni Dios».
Con esos parámetros, Ramiro Ledesma no asume el concepto de clase de Marx ni comparte la unción por los programas. Ledesma precede a Marcuse en su definición de la juventud, en especial los estudiantes, como nueva generación revolucionaria en tanto que actúa. José María de Areilza, que conocía a Ledesma desde el otoño de 1931, atestigua: «Confiaba en los jóvenes. Creía que a ellos –estudiantes y obreros– había de dirigirse especialmente el esfuerzo de captación.»{20} Aún de diferente extracción social, los jóvenes buscan un mundo nuevo, quieren construir sus propias estructuras, llevan un mundo nuevo en sus corazones. «No pensamos contribuir a vigorizar otras consignas que las creadas por nosotros mismos. Y aludimos, al hablar así, a los esfuerzos que la generación española más joven hace ya, y hará cada día con más brío, por encontrar el camino de su propia liberación y el de la liberación nacional del país entero.»{21} Es una afirmación de independencia frente a culturas foráneas pero también ante otras capas de la población desmovilizadas, una generación que busca «su propia liberación» y la «nacional». ¿Cuál es esta liberación como generación? En el número dos de La Conquista del Estado, Ramiro Ledesma escribe: «Buscamos equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil (...) que derrumben la armazón burguesa y anacrónica.» De las palabras a los hechos.
Ramiro lanza un mito movilizador heroico. El trabajador toma el papel del guerrero en la idea de Sorel, y a través de los sindicatos genera una nueva sociedad que surge del choque contra el viejo mundo. Ledesma busca movilizar a la juventud española en pos de esa tarea y critica a la revolución de las izquierdas partir de la revancha y obviar el valor nacional. La nación es el marco de referencia del pueblo, su hogar. «El nacionalismo de la clase media proporcionó una base común, unas pautas comunes y un marco de referencia común.»{22}
Acción y juventud. Ledesma recusa del mando a los hombres mayores de 45 años. El mismo no alcanzará esa edad. La experiencia hace descreídos y la fe para conquistar el pan y el imperio requiere el fanatismo entregado de la juventud. En la misma década escribe Miguel Hernández: «Sangre que no se desborda, juventud que no se atreve, ni es sangre ni es juventud ni reluce ni florece.» El culto a la juventud que renacerá en los años sesenta del siglo pasado fundamentalmente a través de la música. Pero Ledesma también tiene antecedentes en la elección de la juventud como elemento revolucionario. «El programa fundamental del futurismo sería la sustitución en las funciones dirigentes del país ’de los vejestorios’ por la juventud.»{23} La exaltación de la juventud pertenece el futurismo que es anterior, incluso, al fascismo.
En esa línea, en el número dos de La Patria Libre, Ramiro analiza la formación de las juventudes en los partidos socialistas y radicales, entre los que cita a la Juventud Radical-Socialista: «Pero estas juventudes (...) alimentadas exclusivamente con elementos negativos de odio a la Patria, al rico (sin amor al humilde), a la tradición espiritual de nuestro pueblo (sin tolerancia religiosa), al Ejército (sin amor a la paz verdadera).»{24} ¿Busca Ledesma el amor al humilde, la tolerancia religiosa, el amor a la paz? Ledesma quiere a la juventud para nutrirla de amor a la España imperial, al pueblo que hay que incorporar a la Historia y no como comparsa. Ledesma quiere la tolerancia de los fuertes, la paz de los valientes y la justicia de los trabajadores.
Pan e Imperio. Ledesma lanza un mito proletario e imperial, la acción directa es su instrumento: busca la destrucción del sistema, la abolición de la explotación económica y la liberación nacional. Desecha la vía parlamentaria, como es común en el sindicalismo mediterráneo primigenio. La vinculación social de Ledesma es clara: «Pues esos parados y esas juventudes de porvenir incierto no lo están en virtud de una crisis transitoria y concreta, sino que son víctimas de todo un sistema de desorganización y de insolidaridad.»{25} Para Ledesma el sistema a combatir promueve la desorganización, divide y vencerás. El parlamentarismo se dedica a «hacer del Estado y de la vida nacional objeto de botín transitorio, sin fidelidad esencial a nada»{26}. La política con mayúscula, la internacional, se hace inestable al carecer de política de Estado y mutar ésta al capricho del gobierno de turno. La palabra de España en el exterior pierde su garantía y el desarrollo interior fluctúa a expensas de los cambios de gobierno. Siendo de los más antiguos de Europa, el Estado español tiene una política maestra, en especial la exterior, independiente de los deseos de la figura autoritaria del momento, césar o presidente.
Y la palanca del cambio, de la liberación nacional y de la suya propia, es la juventud, la generación de su tiempo.
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