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REVISTA SINARQUÍA - Mexicanidad y Democracia

Abrazar la Esperanza

São Paulo - Ante la realidad que vivimos no podemos ni debemos quedarnos de brazos cruzados. Hay que alimentar, en la fe y en la mística, nuestra esperanza y buscar alternativas al neoliberalismo. Esas alternativas no caen del cielo. Surgen de la práctica social, a través de luchas populares, movimientos sindicales, grupos de presión de la sociedad civil, partidos políticos, etc.
Para forjar esas alternativas se exige:

1. Visión crítica del neoliberalismo. Profundizar el conocimiento del neoliberalismo como característica globalizada del capitalismo en este mundo unipolar. Ahora predomina la especulación sobre la producción; los conglomerados transnacionales se sobreponen a los Estados; el mercado centraliza la economía mundial; el desempleo y la exclusión social son tenidos como meros fenómenos resultantes del desarrollo tecnológico y de la concentración del capital.

El neoliberalismo profundiza las contradicciones del capitalismo en la medida en que la expansión globalizada del mercado agudiza la competitividad comercial entre las grandes potencias; lleva la producción a lugares en donde se puedan pagar salarios irrisorios; estimula el éxodo de las poblaciones pobres hacia las naciones ricas; introduce tecnología de punta que reduce puestos de trabajo; convierte a las naciones en dependientes del capital especulativo.

2. Organizar la esperanza. No basta con esperar una nueva sociedad si no se trabaja para construirla. En el futuro se recoge lo que se planta en el presente. Encontrar alternativas es un esfuerzo colectivo. No surgen de la cabeza de intelectuales iluminados o de gurús ideológicos. De ahí la importancia de dotar de consistencia organizativa a todos los sectores de la sociedad que esperan otra cosa diferente de lo que se ve en la realidad actual: desde agricultores que sueñan con trabajar su propia tierra a jóvenes interesados en la preservación del medio ambiente. Es preciso organizar la esperanza en la tierra, en el movimiento sindical, en la Iglesia, en el arte, en el colectivo de mujeres...

3. Rescatar la utopía. El neoliberalismo predica el "fin de la historia", de las grandes místicas que dan sentido a la vida, de las ideologías, de las utopías. Ahora todo es "aquí y ahora", la cultura se ha convertido en mero entretenimiento, las grandes narrativas se despedazan en fragmentos, la historia se restringe a la vida privada y a los detalles.

Sin utopías no hay movilizaciones motivadas por la esperanza. Ni la posibilidad de visualizar un mundo diferente, nuevo y mejor.

4. Elaborar proyectos alternativos. Las utopías deben ser traducidas en proyectos que señalicen la nueva sociedad y, en ella, al hombre y la mujer nuevos. No conviene confundir proyectos con programas. Hay partidos que tienen programas, pero no tienen proyectos. Debemos tener un proyecto en el que estén reflejados nuestro sueño del futuro y los valores que defendemos.

5. Establecer un programa de trabajo. El proyectro es la síntesis del programa. Éste debe precisar los objetivos, las prioridades, los recursos, las etapas, el modo de actuar, en las diferentes áreas y con los diferentes sectores de la población.

6. Estrategia de lucha. Definidos el proyecto y el programa a la luz de la utopía de una sociedad alternativa al neoliberalismo, la organización de la esperanza supone señalar la estrategia para alcanzar los objetivos propuestos. Debemos tener claras las prioridades de trabajo, los objetivos, los recursos, las banderas de lucha.

7. Profundizar la mística y construir al hombre y la mujer nuevos. Es la mística la que nos motiva e imprime sentido a nuestra vida individual y a nuestro esfuerzo comunitario o colectivo. La mística de naturaleza religiosa se nutre en las fuentes de la oración, en la meditación de la Biblia, en el ejemplo de Jesús y de los grandes maestros espirituales; mientras que la de naturaleza laica en el ejemplo de los grandes militantes de la utopia, como Gandhi, Luther King, Che, Zumbi, Chico Mendes...

La mística hace que abracemos los nuevos valores -solidaridad, participación, compartimiento...-, que son quienes forjarán en nosotros al hombre y la mujer nuevos.

La sociedad se hará nueva cuando nos volvamos nuevos. Y al hacernos nuevos, transformamos la vieja sociedad en nueva. Una cosa depende de y va ligada a la otra.

Nuestros valores deben estar enraizados en el corazón, lo cual exige una profundización de nuestra subjetividad. Nuestra esperanza no es sólo política. Es también espiritual. Los nuevos valores deben ser vividos en las relaciones interpersonales, de género, familia y compañerismo, sin el peligro de transformarse en un militonto, que es quien participa en todo pero, en su vida personal, contradice lo que predica y defiende, pues nunca reserva tiempo para la oración, la familia, el estudio, el ocio, volviéndose susceptible de perder el equilibrio mental y la salud física y espiritual.
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Frei Betto
Fraile dominico e escritor brasileño, autor de Sabor de uva, entre otros libros

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