Loor a los valientes
LOOR A LOS VALIENTES
Recientemente nos hemos podido enterar a través de todos los medios de comunicación, que a diferencia del estrepitoso fracaso registrado en los juegos olímpicos de Pekín (hasta hoy día me niego a nombrar a la capital de la República Popular China con el nombre de Beijing) por la delegación nacional, los integrantes del representativo paralímpico, han empezado copiosa cosecha de medallas, ocho hasta ahora según entiendo y entre las que ya hay un par de oro, plata y bronce, con lo que se ha superado con creces, lo realizado por sus colegas teóricamente con capacidades íntegras. Y es que desafortunadamente los participantes en los tradicionales juegos herederos de las glorias deportivas de Olimpia ofrecieron, fue un espectáculo lamentable, que inició con el berrinche de Ana Guevara, hasta llegar al oportunismo de Belem Guerrero, que en aras de la notoriedad momentánea y los quince minutos de fama que acarrea, se obstinaron en negarse a participar. Posteriormente, prosiguió una letanía de clamorosos reveses, para los que como buenos mexicanos, los deportistas tuvieron toda suerte de excusas y justificaciones, sin asumir cabalmente sus responsabilidades: a saber, su deficiente preparación, mediocre equipamiento y su ausencia total de autoestima. Carecieron de la generosidad para aceptar que hubo concursantes mejores que ellos y lo peor, es que los medios de comunicación contribuyeron a esta mediocridad, consintiéndolos, apapachando y excusando su pobre desempeño. Aunado a lo anterior, es menester resaltar la falta de mentalidad de varios de ellos, entre los que podemos mencionar a Rommel Marrufo, Everardo Cristóbal y algunos otros, en los que cifrábamos esperanzas de obtener alguna presea, pero que se dejaron dominar por el pánico escénico y el miedo al triunfo que caracteriza a muchos mexicanos. Lo mejor de todo, surgió a raíz del rapto de dignidad del que públicamente hizo gala el competidor de lucha, dejando asentada en el piso la medalla que quisieron otorgarle a manera de limosna o premio de consolación. No faltó quien dijera que inmediatamente un mexicano la recogió y la trajo a estos lares, ostentándose acreedor a ella en fragorosa competencia. Punto y aparte de todo espíritu de guasa, la actitud del participante en lucha, demostró una sana autoestima y un saludable sentido del honor patrio. Estoy seguro que de haber vivido circunstancias similares, un mexicano jamás habría devuelto el galardón.
Es de todos sabido que se invierten ingentes cantidades de dinero en la preparación y entrenamiento de los miembros de la futura delegación olímpica, muchísimas empresas se llenan la boca ostentándose patrocinadores del equipo (y del mismo modo, evaden alegremente los impuestos que les correspondería pagar, cargándoselos al resto de los contribuyentes), se hacen sin duda alguna jugosos negocios con la adquisición de equipo y material de entrenamiento y se fomenta el turismo para una caterva de vagos, seudo funcionarios del ramo que hacen maldita sea la cosa para favorecer a sus representados (y si pueden, hacen cuanto sea posible por perjudicarlos, como el anencefálico presidente de la Federación Mexicana de Tae Kwan Do, que insinuó que había cooptado las voluntades de los jueces, a base de comidas a cargo del erario). Ante semejante catálogo de calamidades, existe un puñado de patriotas, valientes, decididos, pletóricos de autoestima, rebosantes de honor patrio, que en silencio, en medio de carencias, sin el equipo debido, pero con un corazón enorme y voluntad de hierro, se preparan para representar a nuestra patria en las competiciones que les atañen. Ellos si participan pundonorosamente, compiten con gallardía, son derrotados sin desdoro de su honor, pero sobre todo, obtienen los laureles que los otros son incapaces de lograr. Loor a ellos, Loor a los valientes, salud a los que no se rinden nunca, a los que deberían ser paradigma público del espíritu indomable que también posee el mexicano. Los integrantes del equipo olímpico del fracaso, pueden parangonarse a los mexicanos que combatieron la invasión norteamericana de 1847, con la consabida seguidilla de corrupción, ineptitud, actos aislados de heroísmo y derrotas. Los elementos de la representación paralímpica, son herederos de las glorias del inmenso Zaragoza, capaz de poner en fuga ignominiosa a los franceses. Las autoridades del deporte en nuestro país, deberían realizar una limpieza a fondo en los establos de Augias, en que se han convertido las instituciones aludidas y establecer mecanismos justos para otorgar estímulos, a aquellos deportistas que demuestren a base de buenos resultados, merecerlos. Disfrutemos todos, entretanto, la actuación de nuestros compatriotas, que nos llena de legítima satisfacción y rindamos público reconocimiento a los valientes, a los que teniendo disminuida alguna facultad, mantienen intacto el espíritu, mientras miramos tremolar nuestro lábaro patrio a toda hasta, teniendo como fondo las notas de nuestro glorioso himno nacional. Una vez mas, ¡Loor a los valientes!, ¡Viva México!
GUILLERMO BARRERA FERNÁNDEZ
0 comentarios