La alegría de servir a Dios
"Solo los santos, los genios y los grandes amantes
tienen el sol en las manos"
José Luis Martín Descalzo S.J.
Tres seres he conocido en mi ya dilatada vida, que me han impresionado por su acendrado amor a Dios y por ende, a la humanidad y la alegría con que realizaban todos y cada uno de los actos de su existencia, pese a que ésta no era ni por asomo sencilla.
Los tres eran varones, los tres eran sacerdotes, que es decir lo mismo, eran muy hombres y los tres cumplían con ejemplar convicción los deberes para con su Señor y para con sus semejantes. Se llamaban: Genaro Cervera Ceballos, Pastor Escalante Marín y José Luis Martín Descalzo.
Como los últimos son los primeros, comenzaré con el padre Martín Descalzo, jesuita español a quien tuve oportunidad de leer ya hace algunos ayeres en la página editorial del Diario de Yucatán, que reproducía los artículos que el fraile toledano enviaba con regularidad al periódico ABC de Madrid, donde su acerado cálamo vertía toda la sabiduría y el profundo amor que luengos años de estudio y de conocer al género humano le redituaron.
¿Cómo olvidar sus razones para el amor, las reflexiones de un enfermo en torno al dolor y la enfermedad, sus razones para vivir, para la esperanza y la alegría?, ¿Cómo olvidar la humildad vertida tan sinceramente en un cura se confiesa y sus deseos y expectativas para un mundo menos malo? No conocí personalmente a José Luis, pero a través de sus palabras pude compenetrarme completamente en los puntos de vista del mas grande humanista del siglo XX.
Otro de estos seres extraordinarios, fue el padre Genaro Cervera Ceballos, el inolvidable Santa Claus de los enfermos, que con extraordinaria vocación de servicio y afecto a los que sufren, cumplía cada mes de diciembre con su evangélica labor. Sacando fuerzas de flaqueza (pese a su rollizo continente), con ingenio y tenacidad, el padre Genaro se allegaba recursos e instauraba desde inicios de diciembre el taller de Santa Claus, donde miríadas de gnomos y geniecillos adolescentes (hoy respetables padres de familia) se afanaban para armar los paquetes que posteriormente entre risas, cantos y arpegios de guitarras, se habrían de entregar en los distintos nosocomios emeritenses, generando escenas de ternura capaces de conmover al mas encallecido corazón.
Extraordinario padre Genaro, consciente de que su ministerio sería para la eternidad. Conocedor de las virtudes y flaquezas de los ministros del Señor. Resignado a carecer del mágico poder capaz de engendrar un hijo, pero gozoso de ser progenitor espiritual de tantos, cada vez que le llamaban: Padre. Maravilloso padre Genaro, de alma de niño, dueño de la oratoria erudita pero susceptible de hacer vibrar las fibras más íntimas del corazón humano, de las prolongadísimas eucaristías en que se ofrecía a si mismo en oblación por las faltas colectivas y que confieso contrito me contrariaban en grado sumo, por hacerme perder los partidos de fútbol dominicales.
Se fue tan dulcemente como vivió, cansado de hacer el bien. Dejé al último al primero para mí, al padre Pastor Escalante Marín, mi inolvidable, dilecto, carísimo amigo, guía, consejero y preceptor. Siempre chispeante, atinado y sereno. Con la sabiduría que le proporcionaron sus innumerables años de apostolado, sus caídas a tierra y su innato conocimiento de la sicología humana. Apreciado padre Pastor, el de la voz de gato atormentado (pero que pretendía emular a Pedro Vargas), del adjetivo flamígero, de las acciones solidarias que constantemente llevaba a cabo pero nunca blasonaba, de la emoción social y el amor al prójimo, que lo llevaron a poner la vista en el cielo, sin perder en absoluto el rumbo de cuanto acontecía en esta tierra, por lo que decidió fundar las cajas populares que otorgaran financiamiento a los necesitados.
Querido Padre Pastor, siempre comprensivo, siempre humano, derramando buen humor perennemente, lector voraz, permanente inquisidor de las decisiones de la jerarquía, deseoso de mantener la sencillez primigenia, corazón travieso, capaz de llamar hermano al mas enconado adversario, perspicaz observador apto para parangonar socialistas y cristianos (haciendo énfasis en que el odio social no contribuye a eliminar las injusticias), arriesgado autor capaz de poner en manos chapuceras la importancia de sus prólogos (y ésas, no fueron las de Cervera Espejo ni las de Raquel Araujo, aclaro).
Inestimable padre Pastor, único guía capacitado para domeñar un alma contumaz como la mía, recurriendo a los mas inocentes subterfugios. Predicador sempiterno del perdón y la tolerancia, maestro del complejo oficio de ser hombre, émulo de la franciscana vocación para el servicio y de la sibarítica delectación para las artes de Lúculo. Mi gratitud perpetua por las palabras de afecto, por la disposición para escuchar y por su tiempo. Por las palmadas cariñosas animándome, por su mano férrea para refrenarme.
Tres diferentes hombres en distintas circunstancias y a la vez en momentos similares, de quienes aprendí la alegría de servir a Dios, traduciendo esto en obras. Tres oficiosos intercesores (al menos eso espero) para solicitar el perdón llegado el momento de comparecer ante el creador. Para ustedes este sencillo testimonio de cariño. Quien goza del recuerdo, vive por siempre, ahora que nos faltan por haber nacido en el Señor.
POST SCRIPTUM.- Mi corazón se quedará en la ciudad mas bella del mundo: México. Gracias tío Juan, Marissa, Óscar, Ana Karen y Karla. Los amo a todos.
Gracias por el don inestimable de tu amistad, Francisco Solís, hermano mío, cómplice voluntario de mis mas profundos anhelos.
Santa María de Guadalupe, reina de México y emperatriz de América, salva a nuestra patria y protege y bendice nuestra fe. Felicidades a todas las Lupitas, especialmente a ti mamá.
Guillermito: la primera victoria hijo. La justicia se hizo presente en el criterio del juez, que me concede poder verte. Me muero por pellizcarte esos cachetes con que he soñado tanto tiempo. Te amo infinitamente. Los besos te los daré en vivo y a todo color.
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